Aproximadamente el 10% de la población presenta dificultades y trastornos de la fertilidad. Mientras que la edad de la paciente constituye uno de los factores más determinante e inmodificable, el tema peso se erige como un factor de alto impacto que al modificar hábitos y costumbres, la paciente puede mejorar las condiciones para lograr ese embarazo tan deseado, ya sea naturalmente o mediante tratamientos de fertilidad. Numerosos estudios se han realizado asociando el índice de masa corporal (relación entre el peso y la talla de la paciente) con la calidad y la cantidad ovocitaria, tasas de embarazo y posibilidad de abortos, y se ha llegado a la conclusión de que los tratamientos de fertilidad son menos exitosos en pacientes con sobrepeso y obesidad. El consejo para estas pacientes es aumentar la actividad física y adoptar una adecuada dieta para ejercer así un impacto positivo en su fertilidad.
Como sugiere un reciente estudio realizado por el departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, y el Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, el consumo de aceite de oliva, verduras, pescados, frutas y carnes de ave que caracterizan a la dieta mediterránea puede tener una incidencia positiva sobre la fertilidad de las mujeres.
Este trabajo fue elaborado con una muestra de 2.000 mujeres de entre 20 y 45 años a las que se les realizó un seguimiento durante seis años y medio. El estudio concluye que las mujeres que optan por un patrón de dieta mediterránea (con un alto consumo de los alimentos mencionados) presentan un 44% menos de probabilidades de tener dificultades para quedar embarazadas que aquellas que basan su alimentación en un patrón occidentalizado que incluye un elevado consumo, entre otros, de: lácteos enteros, repostería industrial, carnes rojas, comidas rápidas, huevos, patatas, cereales refinados y refrescos azucarados. Las frutas y las verduras no sólo son ricas en vitaminas y minerales, sino que también tienen poseen micronutrientes que degradan los radicales libres, como por ejemplo los fitoquímicos y antioxidantes. Las semillas de lino son la fuente vegetal más rica en ácidos grasos omega-3 y son fáciles de encontrar en las tiendas de alimentos naturales.
La Agencia de Fármacos y Alimentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) indica que las mujeres que tengan planes de concebir pueden consumir de manera segura hasta 340 gramos (aproximadamente dos platos fuertes) por semana de pescado bajo en mercurio, como langostino, atún claro enlatado, salmón o bagre.
Los especialistas indicamos un complejo multivitamínico con al menos 400 microgramos de ácido fólico 3 meses antes de la concepción. Esta vitamina B protege a los bebés de defectos congénitos del tubo neural, como la espina bífida. Así también la presencia de B12, (2,4 microgramos) pues la evidencia preliminar sugiere que la carencia de esta vitamina puede también contribuir en la formación de anomalías en el tubo neural.
Se recomienda reducir el consumo de cafeína, y alcohol, e incluso evitarlos si la mujer está realizando un tratamiento de fecundación in vitro.
Incorporar el cinc a la dieta: este mineral se concentra en mayor proporción en algunos como el hígado de ternera, la carne roja, los mariscos, los huevos, algunos lácteos como los quesos curados, el germen de trigo, los frutos secos como los piñones o las pipas de girasol, las semillas de calabaza, los cereales integrales y las legumbres.
Dra. Irene Dall Agnoletta
Especialista en Medicina Reproductiva.