Lectura Magistral
Por Doris A. Taylor, PhD, FAHA , FACC. Texas Heart Institute en el St. Luke. Episcopal Hospital, Houston , TX.
Históricamente la falta de apreciación del impacto del género (sexo) en los resultados de la Enfermedad Cardiovascular (ECV), ha permitido que la salud cardiovascular de las mujeres haya sido ignorada. De hecho, la ECV es la causa número uno de muerte en hombres y mujeres. Aunque el sexo femenino parece estar asociado con “cardioprotección”, el envejecimiento y la menopausia son los principales factores de riesgo para la ECV femenina. De hecho, las ECV específicas, como la insuficiencia cardíaca con fracción de eyección conservada, son más frecuentes en mujeres que en hombres, en una proporción 02:11. A medida que nuestra población envejece, el número de mujeres con ECV es cada vez mayor, generando un gasto económico mayor en los sistemas globales de salud. Por lo tanto, una mejor comprensión de los efectos del género sobre la progresión de la enfermedad, su farmacogenómica, su terapéutica y respuestas ambientales, puede permitir el desarrollo de terapias específicas de género. El envejecimiento se asocia con una reducción de la capacidad del corazón para repararse a sí mismo. Dado que las células madres intervienen en la mediación de la reparación endógena, la ECV podría ser en parte, una falla de la reparación cardíaca por parte de las células madres (stem-cell). De hecho, encontramos que a mayor edad, hay una disminución de células madre que circulan en sangre y que expresan el marcador de células madre, el CD34, el cual difiere entre ambos sexos, su disminución es mucho más temprana en hombres que en mujeres.
Esto ha sido imitado en modelos animales con Enfermedad ATC, en los cuales una disminución de células CD34 ligado al sexo más la edad, se correlaciona inversamente con la progresión de la enfermedad. Estas células juegan un papel importante en la formación y crecimiento de nuevos vasos sanguíneos después de episodios isquémicos del miocardio debido a enfermedad coronaria. El envejecimiento también se asocia con respuestas inflamatorias alteradas, y los pacientes con múltiples factores de riesgo para el desarrollo de la enfermedad cardiovascular demuestran un aumento significativo en la inflamación. También existen diferencias de sexo, en la inflamación, y la funcionalidad de las células progenitoras es mayor en mujeres de mediana edad, que en los hombres de mediana edad. De hecho, encontramos que la donación de células inflamatorias reparativas femeninas a ratones con Enf. ATC, da como resultado un incremento en la respuesta y en el número de células reparativas masculinas, sugiriendo que las células inflamatorias femeninas pueden dar protección.
Además encontramos que las células madres de ratas expuestas a isquemia, mostraron disminución de la apoptosis, disminución de citoquinas y de factores de crecimiento como el Factor de Necrosis Tumoral (TNF), Interleuquina 6 y aumento de la expresión del VEGF (Factor de Crecimiento Endotelial Vascular). Otros estudios han demostrado que las células madres femeninas, ofrecen mayor protección después de isquemia/ trastornos de perfusión, que las células masculinas. Estudios clínicos han demostrado que el corazón de las mujeres está protegido contra la isquemia/alteraciones de la perfusión con la disminución del IL-1 y IL-2 citoquinas inflamatorias.
El corazón en sí también puede ser diferente en hombres y mujeres. Por ejemplo, durante el embarazo las mujeres deben compensar funcionalmente el aumento del volumen de sangre y la rápida reducción del mismo después del parto. La incapacidad para compensar estos cambios, puede causar insuficiencia cardíaca asociada al embarazo. Curiosamente, se ha encontrado que la matriz extracelular de corazones femeninos es realmente más rígida que los corazones masculinos y eso puede estar relacionado con las hormonas específicas de género. Los mecanismos de estas diferencias entre sexos, no son claros. Dado que la menopausia es un importante factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, se postula que las hormonas tales como los estrógenos juegan un papel importante en la mediación de estas diferencias de sexo. Sin embargo, el uso y la eficacia de la terapia de reemplazo hormonal en mujeres postmenopáusicas ha demostrado polémica y, en algunos ensayos, ineficacia para reducir la incidencia de la enfermedad. Esto sugiere que las hormonas de género no pueden ser el único mecanismo de las diferencias sexuales en el desarrollo de enfermedades. Curiosamente, niños y niñas pre-púberes también tienen diferencias en las respuestas de las citoquinas inflamatorias, que sugieren que el Cromosoma X en sí y los genes de Inactivación Cromosoma X pueden contribuir a las diferencias de sexo. Una mayor comprensión de las diferencias sexuales en la enfermedad cardiovascular conducirá inevitablemente a una terapéutica que limite la progresión de la enfermedad y la disminución de la mortalidad de las mujeres.
Resumen elaborado por la Dra. Rita Caro y la Dra. Claudia Rey